Guardián de ovejas y castillos
Como su nombre ya sugiere, esta raza proviene de los Pirineos. Aquí, hace siglos que los perros de montaña de los Pirineos tienen su hogar.
Cuando se definieron los primeros estándares de la raza, los dos países, Francia y España, no se pusieron de acuerdo en cuanto a una versión común. El resultado de este fracaso fueron dos estándares independientes de dos razas distintas: por un lado, el perro de montaña de los Pirineos francés, aquí descrito, y, por otro lado, el mastín del Pirineo español.
Ambos estándares se diferencian muy poco en cuanto a carácter y aspecto. Al fin y al cabo, las dos razas tienen la misma historia.
El perro de montaña de los Pirineos y sus antepasados
Se sospecha que los antepasados del gran Pirineo y del mastín del Pirineo ya vivían en la región hace 3000 años. Así lo demuestran esqueletos de la Edad del Bronce, como indica Harper Trois-Fontaines en su libro My Travelling and my Dogs (mis viajes y mis perros).
Ya en la Alta Edad Media se utilizaba a estos impresionantes animales como perros pastores para proteger los valiosos rebaños en la naturaleza frente a osos y lobos. Su grueso pelo los protegía del clima extremo de las altas montañas y de los ataques de animales salvajes.
Además, los pastores les ponían collares de pinchos para protegerlos de los ataques mortales de osos o lobos hambrientos. Estos grandes perros pastores blancos eran ayudantes de valor incalculable para ellos. Trabajaban de forma autónoma y siempre permanecían fieles al rebaño. Incluso con largos periodos de ausencia, el pastor podía confiar en su instinto guardián, capacidad de respuesta y valor.
Perros de compañía de prestigio
Estos valientes gigantes pronto llamaron la atención de la nobleza. A principios del siglo XV se utilizaba al perro de montaña de los Pirineos como guardián en los castillos franceses. En el siglo XVII, los animales se convirtieron en perros de compañía de prestigio.
La historia cuenta que hubo ejemplares, entre otros, en el castillo de Lourdes y, después, en la corte del rey francés Luis XIV.
A pesar de estos famosos ejemplares, la raza, cuyo primer estándar oficial se redactó en 1923, cayó en el olvido con los años. Los tiempos de la gran cría de ovejas habían llegado a su fin y apenas había osos y lobos en los Pirineos que pudieran amenazar a los rebaños que quedaban. Las batallas y las guerras hicieron el resto y ya casi nadie podía alimentar a los grandes perros pastores.
Por suerte, dentro y fuera de Francia quedaron algunos amantes de la raza. Estos se aferraron a ella y garantizaron su supervivencia con unos pocos animales de cría.
El turismo creciente en los Pirineos en la década de 1980 fomentó la popularidad de los perros. Finalmente, se convirtió en un perro guardián y familiar popular, también fuera de la cordillera francesa.