¿Cómo saber si mi perro es feliz? 10 signos de felicidad canina
¿Cómo puedo estar seguro de que mi perro es feliz? ¿Lo estoy haciendo bien y le estoy dando una vida con la que esté satisfecha? Todos nos hemos planteado estas preguntas alguna vez.
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«Se llevan como el perro y el gato»: al oír este refrán, se deduce que estas dos especies no son precisamente las mejores amigas. Pero ¿qué tiene de cierto el mito de que tener perros y gatos juntos no es una buena idea? ¿Cómo se acostumbra a un gato y a un perro el uno al otro?
¿Eres de gatos o de perros? Para algunos, esto no es tan fácil de responder porque, simplemente, les gustan los animales. Esto incluye a perros y gatos por igual. Les gusta la independencia de los gatos y la fidelidad de los perros. Así pues, ¿tienes que elegir entre tener un gato o un perro o puedes tener perros y gatos juntos?
La buena noticia es que no. Las experiencias de mucha gente demuestran que los perros y los gatos pueden llevarse muy bien. El requisito para ello es una buena socialización y una adaptación paciente. Sin embargo, no hay ninguna garantía de éxito. Al igual que nos pasa a nosotros, hay caracteres que, simplemente, no encajan.
La historia evolutiva de los gatos y los perros es totalmente diferente. Los perros pertenecen a los caniformes. En este suborden no solo se encuentran los lobos, sino también los osos e incluso las morsas. Por tanto, estos están más estrechamente emparentados con nuestros perros que los gatos.
Estos pertenecen a los feliformes. ¿Esperas que tu perro se lleve bien a la primera con una morsa? No, ¿verdad? Exacto. Entonces, no es de extrañar que la amistad entre perros y gatos requiera algo de ayuda al principio.
El periodista y escritor alemán Kurt Tucholsky dijo una vez: «Los perros tienen dueño y los gatos, personal». En efecto, esta cita tiene mucha razón. Los perros llevan unos 100 000 años acompañándonos. Antiguamente, nuestros antepasados cazadores y recolectores recogían lobos de la zona y los domesticaban. Buscaban específicamente aquellos menos agresivos y los apareaban. Esto dio lugar a la cría de los perros domésticos modernos, sin reglamentos ni exposiciones.
Estos compañeros peludos cada vez resultaban más útiles. Los humanos los utilizaban para la caza, como animales de tiro y para proteger las fincas. Hoy día, el perro es mucho más que eso y se ha convertido en un valioso miembro de la familia.
En cambio, los humanos no buscaban la cercanía con los felinos pequeños salvajes. Al revés: el gato se unió a las personas voluntariamente. Al fin y al cabo, los graneros y despensas, llenos de ratones y parásitos, constituían un banquete para ellos. Hace unos 9500 años, nuestros antepasados empezaron a domesticar a estos cazadores peludos.
Así pues, la historia del perro y el hombre supera a la del gato y el hombre por unos 90 000 años. Sin embargo, esto no cambia que los gatos también sean nuestros mejores amigos en la actualidad. Eso sí, a los perros no los han expulsado del hogar de sus sirvientes.
¿Por qué es más fácil para los perros apegarse a las personas? ¿Por qué se dejaron domesticar si no obtenían un beneficio directo de la convivencia con ellas? Los perros son animales gregarios. Viven, cazan y comen en familia.
En cambio, los gatos son cazadores solitarios. El león es el único felino conocido que caza en manada. Los felinos pequeños cazan y viven solos la mayor parte del año. El motivo reside en el tamaño de sus presas. Los ratones y los pájaros suelen ser un solo bocado. Si cazaran juntos, el tentempié se tendría que dividir entre varios animales, por lo que no habría suficiente para todos.
Este modo de vida también ha influido en el comportamiento social de los gatos. Los gatos se agrupan de manera informal durante un tiempo limitado o se encuentran esporádicamente si son vecinos. No obstante, a diferencia de las manadas de perros, no existe una jerarquía fija. En una comunidad de gatos, cuál es el animal dominante y cuál no es algo que depende del momento y el lugar.
Entonces, ¿los gatos son solitarios? No necesariamente. Los gatos salvajes se agrupan a menudo de manera informal. De hecho, los gatos monteses incluso crían a sus cachorros conjuntamente. Además, la vida de los gatos domésticos difiere de la de los gatos salvajes. Los gatos son animales activos que necesitan estímulos. Son extremadamente flexibles y capaces de adaptarse y dominar situaciones nuevas. En cambio, la vida con los humanos suele ser monótona y aburrida, especialmente para los gatos de interior. Por eso, muchos gatos domésticos aprecian la compañía de otro animal.
Por el contrario, una manada de lobos o perros vive en una jerarquía consolidada. Los perros buscan la cercanía de sus congéneres o de las personas activamente.
Así pues, los perros y los gatos muestran un comportamiento social distinto. Esto también se refleja en su lenguaje corporal, que se basa en milenios de instintos y hábitos.
Puede que las personas hayamos aprendido a calificar de amigable el meneo de cola entusiasta de los perros y a diferenciarlo del latigazo nervioso de la cola felina. Sin embargo, los perros y los gatos reaccionan de manera instintiva y les cuesta aprender lenguas extranjeras. Primero deben entender que el otro animal es de otra especie y que se comunica de otra manera.
Mientras que los perros son capaces de entenderse con gestos específicos, la cara de un gato es relativamente inalterable. Por eso, los gatos se entienden con los ojos y moviendo la cola y las orejas. Estos signos tan sutiles son fáciles de pasar por alto. De hecho, los gatos maúllan principalmente para comunicarse con las personas y apenas utilizan la voz para hablar entre ellos.
El perro emplea señales más claras que toda la manada y las personas pueden entender. En cambio, un gato las suele interpretar de otra manera, ya que su lenguaje corporal funciona al revés. Mientras que un meneo de cola expresa cordialidad en un perro, el azote de cola de un gato señala agresividad.
Lo mismo se puede decir de la famosa cola erizada de los gatos, a menudo acompañada de una joroba. Erizando así el pelo de la cola y arqueando la espalda, el gato quiere parecer grande y peligroso. Está respondiendo a una amenaza.
Al igual que en los perros, la mirada fija es un signo de dominancia. Para los gatos, esto es insoportable. En cambio, un suave parpadeo indica que el gato te tiene aprecio. Un perro (o una persona) sin práctica a la hora de tratar con gatos puede confundir, pasar por alto o ignorar estos gestos fácilmente.
A todo esto hay que añadir cierta diferencia de tamaño. El perro medio es mucho más grande que el gato medio. Por eso, un gato considerará fácilmente un lamido amistoso o un golpe con la pata para jugar como una agresión.
Así pues, los perros y gatos presentan lenguajes corporales distintos. Sin embargo, pueden hacerse amigos en casa si tienen tiempo y calma para aprender a interpretar el lenguaje del otro.
Para acostumbrar estos caracteres el uno al otro, la comunicación debe trascender los límites de las especies. Para ello, necesitarás mucha paciencia. Cuanto más cuidadoso/a seas, más éxito tendrás. Tener perros y gatos juntos de forma precipitada suele conducir a errores. Además, la primera impresión es decisiva en los animales. Una vez instaurada una imagen negativa del otro animal, es difícil conseguir un resultado positivo.
Para tener perros y gatos juntos, lo más fácil es socializarlos cuando son jóvenes. Los perros jóvenes y los gatitos no han vivido casi ninguna experiencia negativa aún. Puede que la amistad con la otra especie resulte extraña al principio. Sin embargo, la imagen del perro malo y el gato picajoso aún no se ha arraigado.
También se pueden tener perros y gatos juntos cuando son mayores, pero esto puede ser complicado según las experiencias vividas. Hay gatos que quieren a los perros y perros a los que les caen muy bien los gatos. No obstante, también hay perros que se han llevado algún que otro arañazo del gato del vecino. Asimismo, hay gatos que han sido perseguidos por perros alrededor de la manzana. Además, hay animales que, pese a no haber tenido vivencias de este tipo, pueden tener preferencias y manías fuertemente arraigadas.
Los perros suelen ser más fáciles de adiestrar que los gatos. Por lo tanto, primero deberás fijar reglas para el perro. Los gatos son amigos. No hay que cazarlos, ni siquiera al pasear por el campo ni al pasar por delante del jardín del vecino. Cuanto antes le dejes claro al perro que los gatos no son presas ni enemigos, más grabado se le quedará.
Cuanto más cordialmente se acerque el perro a los gatos, más fácil será juntarlos. Tú conoces a tu perro mejor que nadie porque lo has adiestrado y sabes qué recompensas le gustan. En cualquier caso, un elogio puede obrar milagros cuando tu peludo se porta bien, ya sea con un clicker o una bolsa de golosinas.
Enseñar a un gato que los perros no son peligrosos ni hostiles es bastante más difícil. Sin embargo, hasta el gato más independiente se puede adiestrar. Prueba a recompensar cada contacto que tenga tu gato con un perro y a relacionarlo con algo positivo.
Puedes acariciarlo cuando vea un perro por la ventana del salón o darle una chuchería mientras está tranquilamente sentado sobre la valla y se acerca un perro desconocido.
Al intentar tener perros y gatos juntos en casa, ambos deben tener una zona propia y la posibilidad de refugiarse. Lo más fácil es separarlos en dos habitaciones diferentes. Los primeros días, los animales no deben tener ningún contacto.
Eso sí, lleva mantas y juguetes de una habitación a otra e intercambia los cojines. Así, les darás a ambos la posibilidad de acostumbrarse al olor del otro animal. Por ejemplo, puedes acariciar al gato con un paño suave y, luego, dárselo al perro.
Cuando llegue el momento del primer contacto entre los animales, es recomendable tener a una segunda o tercera persona presente. Estas deben ser personas de confianza para los dos animales y por las que estos no se sientan amenazados.
El gato suele estar en inferioridad de condiciones respecto al perro en lo que a tamaño se refiere. Por eso, déjale al perro la correa puesta durante el primer contacto. En función del temperamento del perro, puedes usar una correa de rastreo.
El gato siempre debe tener la posibilidad de retirarse. Un rascador alto o una cama en un armario o estante ofrecen refugios a los que la mayoría de perros no tienen acceso.
Aquí, el gato se sentirá seguro. Podrá observar al gran animal ladrador desde arriba y ver que no es tan peligroso como parecía a primera vista.
Nunca encierres al gato en un transportín para que esté protegido. Si no tiene posibilidad de huir, se sentirá atrapado y amenazado. Lo mismo se puede decir del perro. Nunca debe tener la sensación de que tiene que competir con el gato.
En los próximos meses, asegúrate de que los animales se den suficiente espacio mutuamente. El arenero no es ningún sitio para enterrar juguetes caninos.
Además, el comedero del otro animal debe estar prohibido. Puede que al principio sea más fácil darles de comer por separado para que no se produzcan rivalidades. Además, tanto el gato como el perro deben disfrutar de suficiente tiempo contigo. Achúchalos a más no poder para que ninguno tenga la sensación de que lo dejas de lado.
A veces darás un paso adelante y dos atrás. Para evitar problemas, no dejes a los animales solos hasta que estén acostumbrados y no muestren signos de agresividad.
Según su carácter y experiencias, los perros y gatos pueden tardar horas, días o semanas en acostumbrarse al otro. No te rindas y recuerda que no hay prisa. Cuanto más relajado/a estés, más relajados estarán ellos.
Pese a los mejores preparativos y la paciencia infinita, a veces tener perros y gatos juntos es imposible. Incluso al intentar juntar dos perros o dos gatos, no siempre encajan los caracteres o existe un rechazo personal.
Esto también puede pasar a la hora de socializar a perros y gatos. Puede que, simplemente, los animales no se gusten. Quizá el gato no tenga paciencia para avenirse con un perro. Es posible que el perro no pueda olvidar que los gatos son objetos de caza geniales cuando corren. Incluso puede que uno de los animales tenga celos.
En caso de duda, sé justo/a con tus animales y tu familia. Si la cosa no funciona tras varios meses o incluso los animales se hacen daño, es hora de dejarlo y buscar alternativas.
Toma una decisión: ¿el sueño de tener perros y gatos juntos en casa es realista o deberías replanteártelo? ¿Puede ayudarte un psicólogo de animales? ¿Tienes paciencia para probar otras vías? Esta es una decisión personal que nadie más puede tomar. Seguro que tomarás la decisión correcta para ti y tus animales.
Que el perro tenga un instinto cazador innato o el gato sea muy asustadizo no es un criterio de exclusión para una convivencia pacífica. Claro que estos casos siempre necesitan reforzarse y el periodo de adaptación requiere algo de tiempo, pero no son imposibles. Incluso las razas de perro que pueden parecer inadecuadas pueden vivir con tranquilidad bajo el mismo techo que un felino. Eso, siempre y cuando se les acostumbre con cuidado al coinquilino gatuno. Para que esto funcione es necesario mucho tiempo y aún más paciencia. No dejes que tu perro y tu gato se acerquen con demasiada rapidez, pues este puede lanzarse a cazar a tu felino, lo que provocará que el minino se quede asustado o que se vuelva agresivo, y es muy poco probable que se anime a un segundo encuentro con este «monstruo».
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