¿Cómo saber si mi perro es feliz? 10 signos de felicidad canina
¿Cómo puedo estar seguro de que mi perro es feliz? ¿Lo estoy haciendo bien y le estoy dando una vida con la que esté satisfecha? Todos nos hemos planteado estas preguntas alguna vez.
¿Collar o arnés? Este es un tema que divide al mundo canino; no se trata de una mera cuestión de gustos u opiniones, pues el que tu perro o tú vayáis a estar más contentos con un collar o con un arnés depende de múltiples factores.
Tanto el collar como el arnés cumplen la misma función: combinados con una correa, permiten guiar a nuestro perro, controlarlo y mantenerlo alejado de los peligros que puedan surgir. Es frecuente ejercer una fuerza significativa sobre la correa, el arnés o el collar, según el carácter y el temperamento que tengan el perro y el humano, y es precisamente aquí donde se encuentra el quid de la cuestión.
El collar se coloca en torno al cuello del perro y, cuando se tira de la correa, la fuerza incide directamente sobre la nuca o el cuello, zonas en las que se sitúan órganos importantes como la tiroides, la laringe, la tráquea o los vasos sanguíneos. Con un collar, el dueño tiene la posibilidad de influir con mayor intensidad en el perro, pero también de hacerle más daño. Los estudios más recientes han demostrado que la presión prolongada en el tiempo sobre la columna vertebral y la glándula tiroidea puede producir inflamación crónica.
Con un arnés, el efecto recae sobre el pecho y la espalda del perro, por lo que la carga se reparte mejor entre ambas zonas. Así, los paseos diarios se vuelven más suaves y menos molestos. Sin embargo, un arnés inapropiado puede dañar los omoplatos y entorpecer el desplazamiento natural del perro.
El collar se coloca en torno al cuello del perro y, cuando se tira de la correa, la fuerza incide directamente sobre la nuca o el cuello, zonas en las que se sitúan órganos importantes como la tiroides, la laringe, la tráquea o los vasos sanguíneos. Con un collar, el dueño tiene la posibilidad de influir con mayor intensidad en el perro, pero también de hacerle más daño. Los estudios más recientes han demostrado que la presión prolongada en el tiempo sobre la columna vertebral y la glándula tiroidea puede producir inflamación crónica.
Con un arnés, el efecto recae sobre el pecho y la espalda del perro, por lo que la carga se reparte mejor entre ambas zonas. Así, los paseos diarios se vuelven más suaves y menos molestos. Sin embargo, un arnés inapropiado puede dañar los omoplatos y entorpecer el desplazamiento natural del perro.
Elijas lo que elijas, collar o arnés, los dos deben adaptarse a la edad, al peso y al tamaño de tu perro. Un arnés debe quedar una mano por detrás del codo, nunca justo debajo de la axila; el tejido tampoco debe presionar el esternón.
Los collares también se pueden encontrar en varios tamaños y de diversos materiales, que deben ser ligeros, pero, al mismo tiempo, resistentes y flexibles. Las hebillas hacen que resulte más fácil colocarlos y adaptarlos.
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