Cosas que no les gustan a los gatos

¿Te suena? Estáis los dos abrazaditos en el sofá y tú lo estás acariciando. El gato cierra los ojos, ronronea de gusto y… ¡zas! De repente, te pega un bocado. La explicación de este comportamiento es un fenómeno llamado sobreestimulación. Probablemente hayas acariciado al gato demasiado tiempo en el mismo sitio, algo que los gatos odian.

Para que no vuelva a sorprenderte con un zarpazo o un mordisco, obsérvalo atentamente mientras lo acaricies. Casi siempre, una ligera contracción de la punta de la cola te indicará que ya ha tenido suficiente.

Lectura recomendada: Cómo acariciar a un gato correctamente

A nadie le gusta hacer pipí en los baños químicos portátiles. Son demasiado angostos y el ambiente dentro es horrible. Por este motivo, muchos gatos no soportan los areneros cubiertos. La mayoría prefieren los areneros descubiertos. Eso sí, incluso un arenero descubierto tiene que estar siempre limpio como una patena.

¿Qué es lo que más odian los gatos? Muchos mininos seguramente dirían que un arenero sucio. Los gatos son animales muy aseados y no pueden soportar que su personal descuide la higiene. Si al gato le parece que el arenero está demasiado sucio, es posible que haga sus necesidades en la alfombra. Así pues, es obligatorio limpiar el arenero regularmente. Por cierto: además del olor del arenero, hay muchos otros olores que los gatos no soportan. Te los desvelamos en este artículo.

La aspiradora es uno de los mayores objetos de odio del hogar para los gatos. Aunque les gusta que la casa esté limpia, su amor por la limpieza llega al límite con la aspiradora. Cuando se pone en marcha el monstruo escandaloso, ponen pies en polvorosa.

En cambio, los robots aspiradores los toleran más porque no hacen tanto ruido. A algunos gatos incluso les gusta observarlos mientras trabajan o ponerse encima para pasearse.

(Casi) ningún gato se metería voluntariamente en la ducha o en una bañera llena. Al fin y al cabo, ya se asean estupendamente todos los días con la lengua. Por eso, no hay ninguna necesidad de bañar a un gato sano.

Solo conviene que lo ayudes si el minino ya no se puede asear por sí solo. Este puede ser el caso, por ejemplo, si está enfermo, es mayor, está herido o se ha ensuciado mucho. En caso de duda, pide consejo al veterinario.

Hablando de veterinarios: a ningún gato le gusta ir. Ya solo el viaje en coche, encerrados en el transportín, es un agobio.

Por otro lado, la consulta huele a gatos y perros extraños que tienen tanto miedo como ellos mismos. Además, siempre existe el peligro de que les pongan una inyección en el culito.

Internet está llena de fotos de gatos embutidos en disfraces supuestamente graciosos. Sin embargo, ningún gato se pondría de buena gana un traje de pirata o de murciélago. Para ellos, cualquier tipo de disfraz es un espanto.

Son incómodos y, además, les impiden caminar, saltar y trepar. No se los pongas a tu gato, ¡ni siquiera en carnaval!

Otra de las cosas que no les gustan a los gatos, y que es aún peor que un disfraz, son los collares con cascabel. El tintineo constante es como un tinnitus que los tortura. Además, hay que recordar que los gatos escuchan unas cuatro veces mejor que nosotros. Así pues, hasta un cascabel pequeño es insoportablemente fuerte para sus oídos.

De hecho, el propio collar ya es incómodo para los gatos. Al intentar quitárselo, muchos se hacen daño. Además, si se les queda enganchado en una rama, podría estrangularlos. Importante: Los cierres de seguridad no siempre se abren inmediatamente.

Otra de las cosas que no les gustan a los gatos son las puertas cerradas. Si quieren entrar en un sitio, pueden ser muy insistentes. Si hace falta, maúllan durante horas o arañan la puerta.

Hay quienes han llegado a instalar gateras para que el gato pueda entrar en la habitación cuando quiera.

La mayoría de los gatos son muy territoriales. A buen seguro, las mudanzas son una de las cosas que más odian. Por desgracia, un cambio de hogar es algo que no siempre se puede evitar.

La cosa cambia en vacaciones. Aquí, los cuidadores tienen la opción de llevarse al gato, meterlo en una residencia felina o pedirles al vecino o a un cuidador profesional que lo cuiden. En muchos casos, lo mejor es que el gato se quede en casa si va a estar en buenas manos. Al fin y al cabo, a los gatos no les gusta tener que abandonar su territorio.