No se salva ni por el precio
Mi cobaya ni lo toca. Cuando lo abrí lo note fresco, hasta húmedo, olía a bosque que daba gloria y me dio esperanzas , pero nada. Viendo guardado, cerrado y en un armario y en menos de una semana sequísimo. Ahora tengo dos sacos enormes que la cobaya no quiere ni mirar. Me queda el consuelo de que puedo donarlo a un santuario para que se lo coman las cabras.
No lo volveré a comprar.